18 abril 2008

Vente a Alemania, Pepe II

Es hora de otra entrada en este pequeño diario de viaje.

14/03/2008: Saint-Étienne (Francia) -> Konstanz (Alemania)

El día en que atravesamos ese gran país neutral que es Suiza de cabo a rabo, adoptamos un nuevo compañero de viaje y empezaron las grandes anécdotas.

Tras desayunar en Château Beatrice (grandes esas mermeladas artesanas) nos pusimos en ruta hacia nuestro destino del día: Konstanz en Alemania justo en el borde del Lago Constanza que hace de frontera entre Alemania y Suiza.

El primer turno de conducción le tocó a un servidor. Todo iba bien hasta que llegamos a la frontera Franco-Suiza... la verdad es que iba un poco empanao y casi no le di tiempo al policía francés a levantar la mano para que parásemos. Tras golpear el cristal de Virtu y espetarnos, en un perfecto español, "Hay que abrir los ojos bien!", requirió nuestras credenciales. Todo en orden y a pasar a Suiza.

Suiza
Suiza es un gran país neutral cuyo principal propósito es quedarse con nuestra pasta. Así lo primero que se ve después del clásico "Bienvenido a XXXX" (con XXXX igual a Suiza) es una taquilla para comprar la pegatina de autopistas. El coste es de 40 francos suizos por año y la verdad es que merece la pena, pues puedes disfrutar de todas las autopistas en un año (no como en España y Francia donde las autopistas van por tramos).

El siguiente cartel recaudador es: "Atención RADAR". En Suiza hay radares como setas y no perdonan ni una. El límite de velocidad ronda los 120km/h, habiendo muchos tramos a 100 o a 80. Es importante comentar que nosotros no teníamos problemas de esta índole. Virtus hacía lo que podía por correr, pero con el peso muerto que llevaba no era fácil (mochilas, nevera, conductor, copiloto y tres cuellos rotos en el asiento de atrás).

Ginebra
La primera parada en tierras suizas la hicimos en Ginebra (Genève). Ginebra se encuentra en la desembocadura del lago Leman (Lac Léman) en el río Ródano (Rhône). Lo primero que te sorprende de esta ciudad es el alto nivel económico que tienen sus gentes, ya sea porque Ginebra es la capital internacional de Suiza debido a la gran cantidad de organizaciones mundiales que tiene su sede allí o por el paraíso fiscal que es Suiza.

El tráfico en esta ciudad es bastante fluido y es muy fácil entrar con tu propio vehículo hasta el mismo corazón de la ciudad: el nacimiento del río Ródano. Junto al puente Mont Blanc encontramos un parking perfecto para que Virtus descansase (cuidado con la altura y la anchura de vuestro vehículo, pues Virtus cabía justa de altura y cosqué un retrovisor con una columna). En este parking tuvo lugar la primera gran anécdota de nuestro viaje.

Creo que todos hemos experimentado el cambio que se produce en los biorritmos (cuyo subtipo etílico es conocido como vinoritmo) cuando se viaja. Estos cambios te hacen ir dejando parte de ti allá por donde pasas (lo que se viene llamando “poner la bandera”). Pero si estás en un país que tiene su propia moneda y que te cobran casi por respirar, esta operación no es cosa fácil. Así nos pasó, así, así. Nada más dejar a Virtus descansado nos entraron unas ganas locas de ir al baño (aguas menores, menos mal) a todos, y es que cuando viajas y compartes tu vida con otra gente, acabas compartiendo también esos momentos, llamémosles, íntimos. También es cosa totalmente demostrada y contrastada que los hombres siempre lo tenemos más fácil para estos momentos. Así pues mientras el baño de hombres del parking de marras se podía utilizar sin coste, esto no ocurría en el de señoras, donde había que cotizar medio franco suizo para entrar. Así que ahí estamos cuatro hombretones desahogados y una señorita que no se nos aguanta.

La solución se planteaba, a primera vista, fácil: pedir a un alegre transeúnte que nos cambiase un brillante y poderoso euro por un mugriento y cutre franco suizo (tipo de cambio: 1.46fch/euro). Esta tarea no resultó tan sencilla como esperábamos, pues nuestra Violetina solicitó a varias personas este trueque para el baño poniendo ojillos de desesperación y sólo recibió a cambio miradas de desprecio. Ante tal mal experiencia decidimos salir del parking a ver si tenemos suerte y encontramos otro lugar para nuestra Violetina. En esto que estamos saliendo por las escaleras del parking y se empieza a oír una melodía pegadiza ejecutada magistralmente por un alegre violinista callejero en la puerta del parking. Esto era una señal, todo empezaba a ir mejor, teníamos una vista preciosa del lago Leman y música clásica de fondo.

Tan bien empezaba a ir todo, que nuestra señorita se aprovechó del momento. Se acercó al alegre violinista y le solicitó cambio para el baño (medio franco por dos euros, un trato interesante), a lo que accedió encantado. Si es que el espíritu comercial suizo se pega en cuanto atraviesas la frontera: recién llegados a Suiza y haciendo tratos comerciales con el primer extraño que nos encontramos. Esta transacción no fue ejecutada tan limpiamente como se esperaba, porque… ¿habéis visto alguna vez medio franco suizo? ¿no? Pues Violeta tampoco. Así que allí estamos mirando asombrados como el resto de los transeúntes cómo Violeta se agacha y cogiendo moneda tras moneda del estuche del violinista hasta que se le ilumina la cara porque por fin ha encontrado una de medio franco. Rauda y veloz tras dar las gracias desaparece por las escaleras del parking en busca de su “momento de relax”.

Tras este "negocio", nada mejor que dar un paseo por las calles de esta bella ciudad. Empezamos con la ciudad antigua (en la orilla sur del lago) subiendo hasta la catedral y dándonos un momento de esparcimiento en un parque cercano desde donde se tiene una vista del lago Leman incomparable. De ahí bajamos hasta el parque de la Universidad de Ginebra (Uni Bastions) un precioso parque donde se encuentra el Muro de los Reformadores. Impresionante muro en memoria de los impulsores de la reforma en toda Europa, en la que Ginebra tuvo un papel fundamental siendo el foco del Calvinismo (dato urrupédico).

El punto exacto donde el lago Leman se convierte en el río Ródano son las compuertas que controlan el tránsito del Ródano y que sirven de puente de unión entre las dos márgenes del lago. A lo largo de la orilla norte se extiende un bello paseo desde donde se tiene una panorámica increíble del lago Leman, Ginebra y los Alpes, donde destaca el MontBlanc. Si no sois capaces de situarlo, no os preocupes hay un diagrama en la barandilla donde indica su posicion ;). También este paseo es el lugar del asesinato de Isabel de Habsburgo (más conocida como la Emperatriz Sissi). No os esperéis un gran monumento como el de los autores de la reforma, porque no lo encontraréis, solamente una placa conmemorativa en la barandilla del lago y punto.

Berna
La siguiente parada de nuestro tour es la capital de Suiza Bern (en español Berna). Creo que es bueno ahora comentar que en Suiza no se tiene un lenguaje oficial, sino que se tienen cuatro: Francés, Alemán, Italiano y Romanche. Un signo más de su absoluta neutralidad, si no se deciden por un idioma, ¿cómo se van a decidir en otros asuntos?

El símbolo del Cantón (y de la ciudad) de Bern es un oso y por toda la ciudad encontraréis un montón de estatuas y de pinturas con este oso como gran protagonista. Esto se debe a la historia de la fundación de Bern, pues las gentes del lugar cuentan que el fundador de Bern se las tuvo que ver con un Oso (maloso) que estaba por aquellas tierras (vamos, como Jebediah Springfield).

La verdad es que como ciudad tiene mucho más encanto que Ginebra, y pese a ser la capital del país, conserva muy bien su casco histórico. Destacables son, primero, su reloj, el cual va adelantado y atrasado a la vez, es decir, por un lado las campanadas las da dos minutos antes de que sea la hora punta y los muñequitos se mueven cinco minutos después de que sea la hora punta. Con esto queda bastante claro que la precisión de los relojes suizos deja mucho que desear. Lo segundo destacable son las vistas preciosas del río Aar desde el parque que hay detrás de la catedral. Finalmente toca destacar la fachada de la catedral con un pórtico donde se representa un juicio final muy detallado e inspirador.

Tras dejar la bella capital Suiza pusimos rumbo a Konstaz, situada en la orilla del lago Constanza, no sin antes detenernos para aprovisionarnos bien de comida y bebida. En este aprovisionamiento se incorporó un nuevo miembro a la expedición, el conejo de chocolate Piruleta Güisqui (sustituto de María Shakira Piruleta de todos los Santos para el pobre Txuso).

Lago Constanza
La llegada al lago Constanza la hicimos de noche tras chuparnos un atasco bastante severo cerca de Zurich y la tradicional revisión de documentación para entrar en Alemania. El Albergue en cuestión estaba de lujo, se trataba de una antigua torre de vigilancia aérea reconvertida y estaba totalmente nuevo e impecable. En este lugar nos enteramos de que en Alemania todavía continúa existiendo el servicio militar obligatorio de 18meses y su alternativa cívica de 3 años (no estoy seguro de estas duraciones, pero entre las cervezas que llevamos y el Alemán nuestro y el Inglés del alemán de turno, pues ya sabéis lo que pasa).


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