Hace ya semanas que El Corte Inglés nos desea unas felices fiestas en todas sus centros a través de un gran mosaico luminoso en sus fachadas.
Por supuesto, el resto de comercios no son menos y ya han colgado sus lucecicas en fachadas y escaparates. Incluso los Bancos (esas frías entidades sin corazón alguno pese a hacer tanta campaña de obra social y demás mandanga que ni ellos mismos se creen) se han subido al carro y estrenan luces e incluso espectaculares láseres contra sus vidrieras (os invito a pasar por la sede de IberCaja en Zaragoza).
No quiero entrar en si es bonita o fea toda esta parafernalia luminosa (sí, no tiene otro nombre) porque para gustos los colores. Sólo comentar que ahora que están tan de moda conceptos (que no son otra cosa) como desarrollo sostenible, educación ambiental, biocombustibles, huella ecológica, etc., los políticos son los primeros en saltarse a la torera sus propias palabras (como siempre).
A los ayuntamientos, y en especial a sus alcaldes, les encanta colocar farolillos y lucecicas por allá por donde pasan para regocijo de los ciudadanos, dicen. Luego cuando nosotros, pobres ciudadanos, no separamos la basura de nuestra casa se nos trata de asesinos medioambientales para arriba. Nos llenan la casa de panfletos de Fluby para que ahorremos cuatro perras en casa con la luz y el agua a cambio de sentirnos mejores ciudadanos y ganar un puñao de flubypuntos (que me pregunto si serán canjeables por cubatas) cuando ellos encienden las luces navideñas en el centro de todas las ciudades como si tal cosa.
Con lo felices que serían los tristes ciudadanos si les regalase el ayuntamiento de turno la factura de la luz de Navidad a cambio de reducir la ambientación navideña...
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